22 julio 2007

El amanecer de las bestias






EL AMANECER DE LAS BESTIAS

Silenciosamente el corazón del sol ha empezado a later, la penumbra se esconde tras la cima de las montañas, la fluctuación de un rayo abstracto ultravioleta se escabulle por las aguas, y la primavera despierta en mi ventana de madera y plata.

Lo hueco y vacío no existe en mi vida, ya que de mi ser se esfumo la monotonía, mi corazón esta lleno de folículos de amor, en la carpa guara que contiene el agua que toma mi depredador, cuyo adjetivo principal es vivir como fiera al acecho, para ser el arador de caminos en otra dimensión.

El árbol fructífero de viento se siente algo sosegado, a sabiendas de que lo asecha el gavilán monetario que tala su tallo angustiado; el agua esta atea hasta de su espíritu impetuoso, que se enorgullece por ser el elemento mas fuerte del mundo arcilloso.

Yo soy diminuto en cuerpo y enaltecido en certeza, la veracidad de mi vida se basa en la grandeza, junto con los gladiolos negros al comienzo de la tormenta, con el físico y visible estruendo que causa la luz amarilla de un trueno, en una roca labrada con riendas atadas a los arrabales de la comarca, se observa una viña entre el pastor y la termita que corre cada día mas aprisa.

Rumbo hacia mí, se dirige el largo y estrecho sendero, enredado con cadenas y tacos al descontínuo de una esencia digna del Carmelo. Vive y disfruta el momento penínsulado, del otro lado de mi punto central, la brújula con una flecha rondante por el núcleo ancestral. Las vibras morales son atraídas por el magneto señor pastoral, y los enigmas basado en lo perpetuo y amargo de un pelo coronado, se lamenta por la ansiedad.

Aquí estoy, llámame que te escucho, mi joven censurado a la degeneración del mundo, avísame, para lanzarte a el dulce abismo insulso, en lo que se acumula lo medio, lo puro y seguro.

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