22 julio 2007

Rapsodia de ¨El nombre de la rosa¨



RAPSODIA DE EL NOMBRE DE LA ROSA

Yo estoy aquí. Parado sobre este punto negro, adormecido entre el tiempo y el silencio, con las manos atadas de impura vitalidad agitada. Con las manos embaucadas, por riquezas que viajan con el pensamiento encendido en la nada, en un ambiente sonoro en risueños pesares, a una velocidad constante de revoluciones frías en ambigüedades.

Tengo una elocuencia morbosa, coronada en la parte intelectual de mis inseguridades rebeldes, en un misterio fóbico, arcaico pero tenue.

Rapsodias metafóricas de muerte silente, recogen los hechos de un sueño, con putrefacta existencia perpleja, y se basan en lo oscuro y denso de la tierra, que rota alrededor del sol lloroso y la cegadora niebla.

Así cargan sustancias de vapores inexistentes, que se concretizan en la túnica santularia sin velo, y desgarra con rojo de ira el aura del cuerpo ajeno, desvanecidas en el estrecho sendero.

De contraparte esta el rico y eclesiástico poder, que nadie se atreve a levantar las manos por insatisfacción. En la hoguera, casa fiel de los opositores, pierden la luz sus ojos con el fuego y el calor, y desarraigara la facultad existente de sincera devoción.

El maestro y gran iniciado, con túnicas viejas y de otras potestades, sin oro en una bolsa de amargos escalafones de ansiedades, pido paz, piedad, y clemencia de bogar, encerrando el ego de martirio en su jaula de hiel y juegos de azar.

¿Dónde estará aquella rosa?, se pregunta el discípulo del creyente amigo de libros ocultos, abandona el huerto cosechado y lleno de pecado, por buscar la luz, sonido, calor y escapularios.
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