12 noviembre 2007

Descubriendo fantasmas




















DESCUBRIENDO FANTASMAS

Me dejé llevar de mi instinto.
Decidí matarte.
Aniquilándote en todas mis aposentos
donde te escondes de mi presencia.
De mi presencia mutable. Que suele asecharte
para transmutarte en un simple recuerdo
de algo que solo existió para mí.
Ese cáncer que me consumía como una gangrena
de peste, que rodea mi cuerpo y me limita
al escribirte.
Continué buscándote hasta tener miedo,
no miedo del enfrentamiento contra mí mismo,
más bien miedo de lo anodino que descubrí que eran.
¿Qué eran?
Sí, que eran. Todo de repente se pluralizó,
Eran varios.
Puesto que descubrí a tus colegas
ocultos tras las sabanas de mis miedos, de mis mas
grandes fustraciones.
Entonces puse en tela de juicio llevar a cabo
el macabro plan de mi propio suicidio
mental para redefinirme. Pero volví a aferrarme.
Tomé sobre mis manos la espada de los juicios,
y me lancé al averno.
Penetrando en su territorio para conocer sus cartas,
y así poder jugar el juego de la conciencia, para
imponerme ante el melodrama del cual puedo morir.
¡Se que ganaré!
Entonces destapé los cofres de mis habitaciones,
de las mentales.
Fue duro el enfrentamiento, pero los descubrí a todos.
Uno por uno fueron saliendo los fantasmas,
Mientras yo les cortaba su cuerpo etérico.
Fui quizás un tonto,
pero lo he logrado.
He descubierto todos mis fantasmas
y aun estoy en proceso de guerra.
Ellos no se rinden, yo tampoco.
El primero lo descubrí escondido
en un cuarto ajeno de amantes fugaces.
Un cuarto medio muerto, medio podrido,
medio zombi, medio asqueroso,
medio burdel de putas prestadas,
medio como tú. ¿Pero quién eres tú?
Tú eres yo, y yo soy tú.
Sin embargo no somos almas gemelas.
Todo en ese lugar era atrofiado,
nada llegaba a ser completo, todas las cosas
terminaban siendo medias.
Solo eran completos los orgasmos, sólo eso
en ese cuarto se lograba consumar.
El segundo lo vislumbré detrás de mi espejo,
y paulatinamente
continué descubriéndolos, descubriéndome
de forma consecuente a mi mismo en ellos, puesto
que eran casi espejos prestos para reflejar lo
que hoy soy, y vivir como parásitos de mi energía,
de mi vida, de mi conciencia,
teniendo por mí cuerpo, cuerpo ellos también,
de forma casi independiente.
Entonces me abalancé sobre el más fuerte
para opacarle el halito.
Mientas me siento a divagar,
invitándote a que me chupes los pezones.

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