13 octubre 2007

Culpabe mode: ON




Aquí estamos de nuevo.

Como la iconoclastia de nuestra educación completamente desligada de la resiliencia de nuestra inteligencia. Como los labios que buscan amigos en las llanarcas de los placeres. Como los escrúpulos que desaparecen cuando nuestras voces se juntan en torno a nuestro palacio de colegas aprendices. Donde el arte se nos impregna en la piel, el drama nos embadurna con su mies, y nuestras mentes se dignan en refractarse ante el umbral de los sentidos griegos, sin sopesar sus tragicomedias.

Nos miramos fijamente a los ojos mientras el tiempo pasa redactando nuestras memorias, nuestras remembranzas, nuestros matices oscuros que desaparecen cuando afectuosamente nos dibujamos de forma instantánea con la ayuda de un flash ajeno.

Entonces nos descalzamos y nos preguntamos de quien esta enamorado el magistral, repitiendo incesantemente nuestras muletillas prehistóricas adheridas a nuestra sien, incapaz de desfragmentar.

Volvemos y nos descalzamos en la casa de Godo.
Como zombis, como animistas, como culpables, como creativos.
Entonces el sentimiento de culpa nos envuelve en su sombra vil produciéndonos el placer efímero del dolor. Y nos sentimos felices, felices de ser culpables, culpables de ser felices.

Felices de ser culpables.
Culpables de ser felices.

Y por primera vez, nos sentimos culpables sin que nos pese la conciencia.

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