09 octubre 2007

Solo. Mis ojos secos


Definitivamente he comprendido que el vaivén de los años, (aquellos dos que pase lamentándome como hubiese podido ser mejor actor), todos evolucionamos como una siniestra noche de la antártica. En especial tú, que nunca has vertido una sola lágrima en tus rodillas, ni has escrito mi nombre sobre ellas, ni llagado mi recuerdo en tu memoria.

Comprendo que has decidido olvidarme, dándole la oportunidad a nuevos amores que quizás te den mas, quizás menos, no lo se realmente. Tampoco me gustaría averiguarlo. Creo que desde el punto fijo donde solo observo con los ojos vendados, el camino se me hace menos pedregoso, y el dolor se me hace mas ciego, de tal forma doliéndome menos el corazón.

Tú has decidido no amarme, yo aun no he podido olvidarte.

Por amor menospreciado o por dolor provocado, quizás simplemente por destino. No lo comprendo realmente. Solo se que hoy sufro en tu nombre, y en la idea de que hoy me ha tocado partir de tu vida con las manos vacías, y con el corazón sobre una caldera.

Como dice mi diosa favorita.: Para bien o para mal, hoy tengo el corazón roto.

Vuelvo y repito que he llorado las lagrimas de una celestina en las casas de Babeo, pero sin orinar rosas, sin ser un santo.

He llorado las lagrimas que aun no estaban destinadas hacia mis ojos, cubriendo con escata el lagado de mis sentidos.

Hoy me pesan lo días, la noche no me susurra, y tu recuerdo me marchita poco a poco como el arsénico. No puedo ahogar mis penas en mi propio mar de babas oculares.

Siento una sensación a humedad, el profundo devenir de un frío sobre el pecho, un puñal que agujera mi tórax y una gran masa de aire que insiste en romper mi diafragma. Una piedra en la garganta y los ojos a punto de humedecerse, pero los maldito continúan secos. Quizás por eso mi dolor sea más grande. Si al menos llorara mi llanto oxidaría la coraza de mi armadura. De nuevo repito que los malditos continúan secos, aumentando mi dolor.

¿Y tú? Tan sutil y tan callado, se que nada de esto te importa. Eres como el frenesí de un arcángel celestial con el miembro loco, deseoso por pintar niños en las paredes, aunque suene vulgar, así es como te suceden las cosas. O quizás pintar niños con los otros, con todos y en un tiempo conmigo. Ahora con todos pero sin mí. Y con ansias terribles de llorar para aliviar mi dolor.

Continúo sufriendo mi lagado. Continúo agonizando en mi corazón.

Y los malditos continúan secos.

Reinaldo del Orbe
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