13 abril 2009

Pijos


No recuerdo cuanto tiempo tardó el metro en llegar, era un sábado recuerdo, o más bien madrugada del domingo. Había pasado toda la noche con unos amigos que disfrutaban tanto del arte de hablar, que me cohibían y me cegaban con su aire viciado.

Frente a mí pasaron unos chavales de clase distinguida, los famosos pijos, aquellos chicos hermosos y envidiados por todos; recuerdo que cuando yo era un infante siempre soñé con ser parte de ellos, y mientras soñaba me sentía me sentía más miserable cada día, porque sabía que ese nunca sería mi lugar, aunque hoy en día he comprendido que la altura, la belleza, y la sociedad no siempre riman con los versos de la felicidad.

Hace ya muchos años que le declaré la guerra a mis sueños, y el tan solo hecho de que alguno quisiera manifestarse, era para mí motivo de paredón. Destruí la estatua que cada uno se había hecho a sí mismo, antes de que el tiempo las oxidara y me cayeran encima. Con los años dejé de ser una princesa con zapatos de cristal para andar a pies descalzos, y en vez de utilizar mi cabello para que mi salvador trepase la torre decidí volverme calva, para luego dormir para siempre y que ni el beso mas dulce del mas apuesto mortal, pudiese quitarme este oscuro velo, que es la tumba cavada por mí misma.

Alguien me dijo una vez ‘todos hemos crecido sobre héroes y tumbas’, pero estos chicos tiene un rostro tan perfecto, que no parecen tener ningún muerto que llorar.

¡Oh cuando efímera es la belleza! Dicen millones de versos. Cuando estos jóvenes tenga 60 años, ya no serán ni la reminiscencia de una chispa de lo que hoy en día son, eso me daba un poco de alivio, sin embargo yo tengo 21, y no llego ni siquiera al estado de chispa. Mi belleza desapareció junto con mi infancia.

Nunca me he atrevido a saludar a estos chicos. Estoy tan confuso que no se sí los odio, lo admiro, o los envidio. Lo único que se es que nunca seré parte de ellos.

Me di valor a mi misma imaginándolos sucios, harapientos, mal olientes y pobres, muy pobres, tan pobres que ni siquiera podían tener una patineta. En ese momento me burle un poco de ellos.

-¿Cuánto falta para que llegue el metro? – Dijo uno de ellos al grupo de pijos.
-6 minutos según la pantalla
-Es mucho tiempo. Mejor vamonos en taxi a mi casa y le digo a mi madre o a mi padre que me presten uno de los dos su coche.
-Vale – dijeron a coro.



@Todos los derechos reservados

No hay comentarios: