Tengo adherido al alma un tatuaje
que muerde los retratos
que buscan refugio en mis aposentos.
Su sombra engaña mi visión
cuando la busco, se esconde
entre los baúles de mis sonrisas falsas.
Las paredes calvas, teñidas de un sueño negro
entre retazos de sábanas
dibujan a la niña que teme al lienzo; a la inmortalidad.
Cada diente en la pared marca una historia
y deja una atmósfera oscura
de amargo semblante entre las manchas diurnas.
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