La razón de no poder dormir, se debe a un pensamiento
secular. Como un perro dando vueltas alrededor de una iglesia, cierra sus
párpados antes de levantar su pata, evita ahogarse en el pozo de las
muchedumbres. Sus virtudes son lánguidas como el falso esqueleto de las
pupilas, su visión en línea recta apunta al farol.
¿Será dormir temprano la utopía de los que marginalmente
dicen llamarse poetas? Las pupilas se dilatan, necesitan luz. El sabor miedoso
de las sombras apenas embadurna de ligera saciedad el estómago de la visión. El
cerebro no descansa. Se nota tenso, al igual que los cables de un alambrado
mortífero que dulcemente acurruca el trino de polluelos carroñeros. Hay un
hombre muerto en la palabra y vivo en el pensamiento, con su hacha martilla el
recuerdo atrapado en montañas encefálicas que buscan desconectarse, y vencidas
en la batalla, se abandonan al chisporroteo del insomnio y levantan al poeta, le
obligan a escribir.
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